lunes, 19 de marzo de 2012

Reseña: La involución cítrica, de Adriana Bañares

Por Christian Supiot

Blog. Bitácora. Espacio. La nueva generación de escritores ha vivido el boom de una forma distinta de comunicación literaria. Una nueva forma de seriación. El Timeline, los posts, las entradas; son los nuevos folletines, páginas de opinión y relatos del suplemento cultural. Un suplemento cultural propio, autopublicado y casi diario en el que el autor es parte y todo, un editor todopoderoso. 

La involución cítrica (Origami, 2011) de Adriana Bañares es un subproducto de las nuevas plataformas de la web. Como parte de un curioso fenómeno de “vuelta al libro”, el blog de Adriana Bañares (La niña de las naranjas) se viste de libro y se transforma. Se amolda a un nuevo/viejo formato y abandona las canciones, los videos, las imágenes; el aparato gráfico casi indispensable para hacer “atractivo” un texto en Internet. En una suerte de “autocanibalismo”, Adriana Bañares devora y regurgita los textos publicados en su blog para transformarlos en el libro que tenemos entre manos. La involución está formado por dos secciones: Oniria y REM, en los que se agrupan textos por temática, de tal forma que, en la primera sección, se concentran los textos mayor carga narrativa y en la segunda se acumulan los más líricos, en verso. 

La involución cítrica deja transmitir un universo formado de interiores. Los textos describen habitaciones en apartamentos, pequeños espacios cuyas paredes limitan un nolugar que se adivina urbano, metropolitano: Te he descubierto pintada de rojo en una habitación ultravioleta

Pero los espacios de Adriana tendrían poco sentido, si recuerdan sus lecciones de Física, si carecieran de un tiempo que los acotase. El tiempo de La involución, sin embargo, tiene pocas cualidades elásticas y se asemeja más a una cinta de moebius que a una línea. Es un tiempo en el que nunca pasaba nada y a la vez no había día en que no pasara algo. Como en una telenovela. La narración de Adriana es una sucesión ininterrumpida de “momentos sin importancia”. De descripciones casi furiosas en las que el “dentro” y el “fuera”, el yo y el mundo, se entremezclan de tal forma que, como en la cinta de moebius, uno puede caminar entre ambos sin detenerse. Sin que en realidad pueda decirse nunca que se está caminando por dentro o por fuera. 

Adriana Bañares demuestra en este libro que su fuerte es la prosa. Aunque dentro del apartado REM, encontramos algunos sintagmas de destellos altamente reseñables como De versos con limón para calmar este calor meloso o Me muerdo la lengua cada vez que me recuerdas, es en la prosa donde Adriana se encuentra más cómoda. Adriana Bañares logra en ella un discurso agresivo, potente, descarado; donde se aplica la máxima de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. A través de sus textos, Adriana anima la realidad y desanima a los personajes. La voz crea y se deshace. Salta de la posición de protagonista a la de mero espectador: La habitación se ha llenado de fantasmas y para espantarlos he encendido un par de velas. Ahora todo se mueve y me convierto también en sombra.

Y ¿despues? Después nada. Ya se sabe: la vida es un sueño, y los sueños, sueños son.

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